domingo, 3 de febrero de 2013

Un articulo importante sobre el cordon y la placenta.Muchas madres ya lo estan haciendo,y tenemos la gran suerte que en el hospital la plana vilarreal.castellon son muy naturistas al respecto.



Nacimiento Lotus: un ritual para nuestro tiempo



Introducción
El nacimiento Lotus es la práctica de dejar el cordón umbilical sin cortar, de manera que el bebé queda unido a su placenta hasta que el cordón se desprende de forma natural por el ombligo, entre los tres y diez días después del parto, exactamente como un cordón umbilical que haya sido cortado al nacer. Este contacto prolongado se puede ver como un tiempo de transición, que permite al bebé distanciarse de su unión al cuerpo de la madre de forma suave y paulatina.
Aunque no tenemos testimonios escritos de culturas que no cortan el cordón umbilidal, muchos pueblos tradicionales tienen la placenta en alta estima. Por ejemplo, los maoríes de Nueva Zelanda entierran la placenta de forma ritual en un ancestral lugar de encuentro, y los Hmong, una tribu del Sudeste asiático, creen que la placenta debe recuperarse después de la muerte para garantizar la integridad física en la siguiente vida. La placenta de los bebés Hmong se entierra en el interior de la casa donde han nacido.
El nacimiento Lotus es un ritual nuevo, que antes de 1974 sólo se había descrito en chimpancés. Fue entonces cuando Clair Lotus Day, embarazada y residente en California, empezó a cuestionarse el corte rutinario del cordón umbilical. Su búsqueda la llevó hasta un obstetra comprensivo con sus deseos. Su hijo Trimurti nació en un hospital y volvió a casa con el cordón umbilical sin cortar. La práctica del nacimiento Lotus se llama así por Clair, y su semilla pasó a Jeanine Parvati Baker en Estados Unidos, y a Shivam Rachana en Australia, que fueron firmes defensoras de esta práctica.
Desde 1974 han nacido muchos bebés de esta manera, en sus hogares o en hospitales, en la tierra y en el agua, e incluso por cesárea. El nacimiento Lotus es una extensión bella y lógica del parto natural, una invitación a reclamar la llamada tercera etapa del parto, el alumbramiento, para nosotras mismas y para nuestros bebés, y a honrar la placenta, la primera fuente de alimento de nuestros hijos.
El nacimiento Lotus de Zoe
Pude experimentar un nacimiento Lotus con mi segunda hija y con mis hijos siguientes, después de sentirme atraida por ello durante mi segundo embarazo a través de mi contacto con Shivam Rachana y su Centro para la Transformación Humana (Centre for Human Transformation –CHT), en Yarra Glen, cerca de Melbourne, Australia. El nacmiento Lotus tenía sentido para mí en aquella época, ya que yo recordaba mis experinecias en servicios de obstetricia hospitalarios, y la extraña e incómoda sensación de cortar el cordón carnoso y cartilaginoso que conecta el bebé a la placenta y a la madre. Para mí, la sensación era como cortar un dedo sin huesos, y me encantaba la idea de evitar ese corte cuando naciera mi bebé.
Gracias al CHT, hablé con mujeres que habían decidido no cortar el cordón de sus bebés, y que habían vivido un hermoso período postnatal. Algunas mujeres también describían a sus hijos nacidos así como llenos de serenidad y plenitud. Otras lo describían como un reto, desde el punto de vista emocional y práctico. Nicholas, mi pareja, estaba preocupado de que pudiera interferir con la magia de esos primeros días, pero estaba de acuerdo con cumplir mis deseos.
Zoe, nuestra segunda hija, nació en casa, el 10 de septiembre de 1993. Su placenta tenía forma oval, algo poco común que resultaba perfecto para la bolsa de terciopelo rojo que yo había cosido para guardarla. Poco después del parto, envolvimos la placenta en una gasa de tela, luego en la bolsa de terciopelo, y luego la envolvimos junto a la bebé en un chal. Cada 24 horas, observábamos la placenta, la secábamos con pequeños golpecitos, y le echábamos cantidades generosas de sal y unas gotas de aceite de lavanda. Emma, de dos años, estaba encantada de participar en el cuidado de la placenta de su hermana.
Pasados unos días, el cordón de Zoe se secó por la zona del ombligo y se volvió delgado y quebradizo. Formó una vuelta de 90º muy oportuna que se colaba por su ropa, y así no le rascó ni irritó la piel. La placenta también se secó y arrugó con nuestro tratamiento de sal, y desarrolló un jugoso olor que nuestro gato encontraba muy interesante.
El cordón de Zoe se desprendió a los seis días de nacer, sin ningún alboroto. Otros bebés habían llorado inconsolablemente o agarrado su cordón con fuerza antes de la separación. Cuando Zoe cumplió un año, plantamos la placenta bajo un mandarino que nuestra querida amiga y vecina Annie desenterró más tarde y plantó de nuevo en una maceta de su jardín cuando nos mudamos a otro estado. Annie nos contó tiempo después que las mandarinas de ese árbol eran las más dulces que nunca había probado.
El nacimiento Lotus de Jacob
Nuestro tercer hijo, Jacob Patrick, nació en casa el 25 de diciembre de 1995, en el agua. Jacob y yo nos quedamos un rato dentro del agua, así que, mientras yo le daba el pecho, recogimos la placenta dentro de un recipiente de plástico para helados, con la tapa puesta, y un orificio por donde hicimos pasar el cordón. Esta vez, durante el primer día pusimos la placenta en un cedazo para escurrirla. No vestí a Jacob, sino que permanecí en contacto físico con él en un lugar tranquilo mientras que Nicholas cuidaba a Emma (de cuatro años) y a Zoe (de dos). El cordón de Jacob se desprendió al cabo de cuatro días, y sentí que él estaba profundamente impregnado de la tranquilidad del momento.
Fue todo perfecto, porque mis padres llegaban de Nueva Zelanda el día siguiente para ayudarnos con la intendencia doméstica. Más tarde, Jacob eligió un jacarandá para enterrar su placenta en nuestro nuevo hogar en Queensland.
El nacimiento Lotus de Maia
Mi cuarta hija, Maia Rose, nació en Brisbane, donde el nacimiento Lotus todavía es algo muy nuevo, el 26 de julio de 2000. Tuvimos un precioso parto en casa, y la intuición me decía que esta vez el cordón se desprendería muy pronto. Decidí no aplicar ningún tratamiento a la placenta, sino colocarla en un cedazo sobre un cuenco durante el día, y en nuestra bolsa de terciopelo rojo por la noche.
El cordón de Maia se desprendió pasados apenas tres días, y, aunque era invierno y hacía bastante frío, se había vuelto quebradizo y olía bastante (si lo hubiera tratado con sal, habría podido prevernirlo). Enterramos la placenta en nuestro jardín, y plantamos un rosal encima. Corté un trozo del cordón ya seco, que había formado unas vueltas muy curiosas y bonitas, para guardarlo para ella.
Los niños recuerdan
Mis hijos mayores me han bendecido con historias de sus experiencias en embarazos y partos, y su acuerdo es unánime a favor de no cortar el cordón. Emma, sobre todo, recuerda la sensación desagradable de que le cortaran el cordón (después de que hubiera dejado de latir), cosa que, según ella, “le dolió en el corazón”. Zoe, cuando tenía cinco años, me contó que estaba unida a “una cosa amorosa” en mi vientre. Quizás recuerda su placenta como una fuente de alimento y amor en el útero.
El nacimiento Lotus ha sido, para nosotros, un ritual exquisito que ha acentuado la magia de los primeros días después del parto. Noté una integridad y una serenidad en mis hijos nacidos de este modo, y creo que el amor, la fusión y la consonancia con la Naturaleza, y la confianza y el respeto por el orden natural, han dejado una huella en nuestra familia al honrar la placenta, el Árbol de la Vida.

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